Cuando el año pasado el Papa Francisco plantó un árbol en frente de la sede de la ONU en Nairobi, durante su visita pastoral en Kenia, tomé este gesto como un símbolo de la lucha contra las amenazas ambientales. Esto tuvo lugar justo antes de iniciar la conferencia sobre el cambio climático en París. Francisco actúa de forma espontánea. Él lanza un tema y nos provoca a la acción. Por supuesto que no ha pensado en esto, que todos comenzarán ahora a plantar los árboles.
Por eso con una sonrisa en la cara, he leído en la edición de julio de „Arnoldus Nota” (2016) una información sobre la acción similar en la Provincia de Chicago en los Estados Unidos. El Hno. James Zabransky, coordinador de la dimensión „Justicia y Paz e Integridad de la Creación”(JUPIC) también informa de que los estudiantes de teología redujeron sus viajes en el coche a las clases y, dependiendo de las posibilidades, comenzaron a utilizar el transporte público y andar en bicicleta. Los cohermanos también decidieron usar los platos de porcelana en lugar del papel, y en las casas introdujeron el reciclaje de la basura.
Sin embargo, en todo esto no hay nada para reírse. Este tipo de actividades se describen en detalle en el manual Verbita para los animadores de „Justicia y Paz e Integridad de la Creación.” En la introducción al capítulo sobre la plantación de árboles, leemos que es un medio eficaz en la lucha contra el efecto invernadero. Los autores del manual también fomentan la recogida de latas de aluminio para fines de reciclado, ya que la energía salvada de una lata de aluminio recuperado permite funcionar a un televisor durante tres horas. En el manual hay todavía muchas otras ideas, igualmente interesantes, para la lucha contra las amenazas al medio ambiente natural y la pobreza en el mundo moderno. Desafortunadamente, no encontramos allí ni una frase de que la mejor manera de salir de la pobreza es el trabajo, la multiplicación del capital y el espíritu empresarial.
La ecología de ninguna manera no se puede separar de la economía, pero se puede ver que los autores del manual no lo saben. Jörg Guido Hülsmann, economista alemán de la escuela austriaca, subraya que, no el conocimiento, sino la propiedad privada es esencial para el cálculo económico racional. Ella coordina las diferentes acciones de diferentes personas y es un requisito previo para la creación de valor. Es una lástima que el conocimiento de la economía de los autores del manual se limite a la simplificación errónea: los ricos son cada vez más ricos porque los pobres son cada vez más pobres. El comercio no es un juego de suma cero, en el que la ganancia de uno significa la pérdida del otro. Cada cambio es siempre un juego de balance positivo, en que ambas partes ganan, porque de lo contrario el mercado libre nunca haría tal intercambio.
Hace unos meses, Bill Gates anunció que tiene una nueva idea para la lucha contra la pobreza. Se le ocurrió la idea de repartir 100.000 pollos en los países pobres. Este proyecto también es apoyado por su esposa, Melinda Gates, que dice que los pollos son los „cajeros automáticos para los pobres”, ya que son muy fáciles de criar, y el dinero de su venta permitirá a las mujeres para cubrir los gastos corrientes. El gobierno izquierdista de Bolivia, uno de los países que recibirían los pollos gratuitos, se negó a aceptarlos, describiendo el regalo del multimillonario como ofensivo. Bill Gates sabe muy poco sobre el desarrollo sostenible. Lanzar un gran número de pollos gratuitos en un pequeño mercado local, haría más daño que bien. La oferta podría superar radicalmente a la demanda, y esto tendría un impacto en los precios en el mercado local, y como resultado muchos productores avícolas locales podrían quebrar.
El proyecto de Bill Gates no tiene ninguna posibilidad de éxito también por otra razón. Una vez fui testigo de un experimento similar en una escala un poco más pequeña en el Zaire (ahora República Democrática del Congo), donde hace casi 30 años llevé a cabo mi práctica misionera PFT (Programa de Formación Transcultural). El párroco de Misay, Verbita de Italia, recibió dinero para comprar 100 pares de cabras y las repartió a los habitantes del pueblo, con la intención de que aumentará la población de cabras en el pueblo, lo que permitiría a la gente una vida mejor. Después de unos meses, cuando llegó el momento de hacer el balance del proyecto, resultó que sólo había dos cabras, y el resto fue comido por los participantes en el experimento.
En junio de este año, se extendió por todo el mundo la noticia de que cerca de 500 venezolanas han forzado, cerrar durante casi un año, la frontera con Colombia para ir de compras. Ellas querían comprar alimentos y productos que faltan en Venezuela, gobernada por los socialistas. En este país hay Misioneros del Verbo Divino. No sé lo que están haciendo para ayudar a los venezolanos para salir de la crisis económica muy dura. Estoy convencido de que sería mucho mejor la idea de entregar 100 pares de cabras, que plantar cien árboles.
Traducción: P. Mariusz Mielczarek SVD
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Komunikaty SVD, Octubre 2016, p. 26-27.